Entomo

EDUARDO LAGAR Entomo, el hombre insecto, es el único superhéroe europeo de carne y hueso. De identidad desconocida salvo para sí mismo (probablemente tampoco él la conozca) este joven italiano enmascarado y vestido de licra gris, negra y morada, asegura que patrulla las noches de Nápoles, «una ciudad que se ha vuelto loca», para luchar contra el crimen.

Entomo afirma que está en posesión de una «habilidad paranormal» que le permite «leer los pensamientos», pero tal poder sobrehumano no debe hacerle mucha falta en su pintoresco empleo. Los trabajos de Hércules que este napolitano atribuye a un superhéroe de hoy en día son, además de recorrer las calles para asustar a los malotes, notificar delitos a la Policía, colocar carteles pidiendo ayuda acerca de casos no resueltos, buscar a desaparecidos, promover la concienciación medioambiental, donar sangre y ayudar a los necesitados dándoles agua, comida y mantas.

Se habrán percatado de que Entomo no es un supermán. En las fotos más bien resulta un tirillas. Más que temor, da pena: «No encarcelo a nadie. Durante el día investigo. Por la noche patrullo los lugares que he chequeado. Es un trabajo sistemático. Cuido de la gente y los lugares. Hago lo que puedo para salvar el mundo o, al menos para salvar mi mundo, la ciudad en la que vivo». Como ven, nada que no se pueda hacer de civil, sin necesidad de ponerse los calzoncillos encima del pantalón y un tanga de leopardo en la cabeza. Nada que no debamos hacer cualquier de nosotros a cara descubierta.

Entomo está feliz con su vida de superhéroe napolitano, pero le falta algo: no tiene supervillano que le haga de antagonista y así redondear sus hazañas. En cierta medida resulta bastante coherente, pues los malos de la zona del sur de Italia donde vive Entomo, ésos que cuyas siniestras andanzas escribe Roberto Saviano en «Gomorra», no encuentran en el cotidiano y ecológico hombre insecto un rival a la altura de la elaborada violencia que practican sin piedad. Y es que nunca han existido ni existirán jamás los superhéroes. Pero los supervillanos, sí. Me temo que sí.

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